Capítulo 5: Llamar a mamá

“Hay llamadas que no salvan, pero al menos sostienen.”

Una llamada desde el abismo



Llamé a mi mamá llorando. Como una niña. Como una mujer rota. Le dije que esto era una mierda. Que no entendía por qué me había venido. Que me sentía sola, engañada, asustada. Que no podía más. Que no quería seguir.

Ella, desde el otro lado del mundo, me escuchó en silencio. Cuando hablé sin parar durante varios minutos, me dijo una frase que no he podido olvidar: “Diana, tú sabías a lo que te enfrentabas. Esta fue tu decisión. Vívela”.

Su respuesta no fue dulce. No fue lo que quería oír. Pero fue lo que necesitaba. Me sentí enojada. Pero también tocada por una verdad incómoda. Tenía razón. Esta había sido mi elección.

La verdad como detonante

Colgué y me quedé mirando al techo. El cuerpo me dolía, pero más me dolía el alma. Me pregunté qué era lo que más me estaba asfixiando: Si el frío, el idioma, la incomunicación o la sensación de haberme fallado a mí misma.

Me di cuenta de que lloraba no solo por la situación, sino por lo que representaba: El fracaso de una ilusión. El golpe de la realidad. La idea de que todo lo planeado, soñado y proyectado se estaba cayendo como una torre de cartas mojadas.

Nombrar lo innombrable

En esa conversación comprendí que una de las violencias más grandes era la invisibilidad. No tener idioma. No tener un lugar propio. No tener a quién recurrir físicamente. Mi mamá estaba, pero estaba lejos. Mi familia era amorosa, pero no podía abrazarme. Y esa distancia era más grande que la del mapa.

Pero esa llamada también me dio una pequeña chispa: La de sobrevivir, aunque sea solo para demostrarme que podía con esto. Aunque fuera llorando. Aunque fuera con rabia. Aunque fuera con miedo.

Cierre del capítulo

Esa llamada no resolvió nada, pero me devolvió algo: La conciencia de que seguía viva, de que podía decidir, incluso en la derrota. Y que reconocer el dolor también era un acto de valentía.

A veces el único refugio es una voz que te recuerda quién eres, aunque esa voz también te enfrente a tu verdad.


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